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No con un estallido sino con un gemido: fuentes
literarias del diseño de sonido en Apocalypse Now
El film Apocalypse Now (Apocalipsis ahora) dirigido por Francis Ford Coppola y estrenado en 1979 –luego de tres años de arduo trabajo –marca un punto de inflexión en la historia del sonido cinematográfico. En los títulos finales, aparece acreditado un responsable de Sound Design (diseño de sonido). Y si bien desde comienzos del cine sonoro hubo diversas aproximaciones al tratamiento del sonido, esta obra le da nombre a una nueva disciplina, legitimando su existencia a partir de la calidad alcanzada por el aporte del notable Walter Murch.
El diseño de sonido,
hoy bastante extendido en casi todas los países que han podido desarrollar
una industria audiovisual, tiene a su vez una gran variedad de aproximaciones.
Por una parte, están los sound
designers que se limitan voluntariamente a la creación de un imaginario
sonoro que caracterizará a una producción: tal es el caso de Ben Burtt,
el responsable de la sonoridad de todos los objetos y personajes de
La guerra de las galaxias, El imperio contraataca y
El regreso del Jedi.
Por otra, un diseñador de sonido,
equivalente en la banda sonora a lo que el director de arte es para
la imagen: precisamente es el caso del laureado Walter Murch, quien
concilia todos los aspectos técnicos de su disciplina con los efectos
de sentido y el resultado estético global. Murch -que además es montajista
y realizador, y ha ganado varios Oscar como el que recibió por sus aportes
para Apocalypse Now– se ocupa de la concepción
y supervisión de la toma de sonido en rodaje, del montaje de los sonidos,
de la creación de los ambientes y efectos sonoros, de los doblajes y
post-sincronizaciones que tuvieren lugar, del ensamblaje y usos de la
música y de la mezcla final de la obra. En Europa, personalidades como Antoine Bonfanti se ocupan tanto de la toma de sonido en el rodaje, como de la creación de complejos efectos de ambiente. Mientras tanto otros, más dispuestos a la concepción artística y al diseño, como Michel Fano –colaborador de Alain Robbe-Grillet y Fredéric Rossif– se plantean un trabajo exhaustivo en cuanto a la articulación de todo lo escuchado en la producción: diálogos, música, ambientes, efectos. De hecho, Fano se autodesigna como responsable de la “partitura sonora” de un film, singular forma de entender el rol del diseñador de sonido.
Entenderemos aquí diseño de sonido como el criterio general
de trabajo debido al responsable o equipo a cargo, pero subordinado
a la producción de sentido de la obra en su conjunto, y, en última instancia,
a los criterios impuestos por el realizador audiovisual. Por lo tanto,
en este trabajo se utilizará como fuente y a la vez justificación de
lo observado, a la película en su conjunto, a la figura del director
como autor –aunque no necesariamente el escrito suscriba a las tesis
de la teoría del cine de autor– y sólo en algunas ocasiones se mencionará
a la persona de Walter Murch, reconocido como uno de los pilares de
Apocalypse Now. Obertura o Coda? El comienzo de Apocalypse
Now presenta problemas para su consideración. El film carece de
títulos o créditos iniciales y el nombre de la obra constituye una clave
para el desciframiento de estas inusuales características. Apocalypse Now o Apocalipsis
ahora es un oxímoron,
figura retórica que junta un sustantivo y un adjetivo aparentemente
irreconciliables (Shakespeare hablaba del “dulce tormento” que es una
despedida; Borges del “goce de estar triste”). El Apocalipsis,
libro debido a San Juan y que habla del fin de los tiempos, es mencionado
como si ocurriera “ahora”. El fin, ya mismo. O mejor dicho, un ahora
mismo que sucede cuando el tiempo deja de existir. Si la sola referencia al Nuevo Testamento fuera considerada como la base de una clave interpretativa
del film, los resultados podrían ser insuficientes o aventurados. Pero
la obra no sólo considera este oxímoron como determinante, sino que
muchos elementos técnicos y de organización del montaje se relacionan
con él. La ausencia de créditos deja lugar a la imagen de una densa
selva tropical por la que sobrevuelan casi fantasmalmente los helicópteros
del ejército norteamericano. A su vez, este onírico escenario no presenta
ningún texto ni ninguna línea de diálogo, por lo que la primera frase
dicha en el comienzo de la obra es “Este es el fin”, primer verso de
la canción The End, del grupo The Doors. Cíclicamente,
la canción cuya letra fue escrita por el cantante Jim Morrison – excompañero
de la escuela de cine del propio Coppola – aparece, no por casualidad,
en el principio y en el fin. Pero lo interesante es justamente descubrir que el criterio
de la inclusión de la canción responde a la ambigüedad entre principio
y fin: en un film sin créditos iniciales llamado “el fin, ahora”, las
primeras palabras son “este es el fin”. Reforzando el sentido del oxímoron,
la ausencia de títulos y los versos de Morrison son solidarios con la
inversión de sentidos, a lo que se suma la nostalgia sobre el viejo
Hollywood que incluía, en el final, el notorio cartel de The
End. Ese The End es ahora
la presentación de una película que comienza con un final, con la crónica
de un Apocalipsis anunciado. Dentro de la secuencia de apertura, se
incluyen algunos flash-forwards –
tomas adelantadas que se verán ubicadas hacia el final de la película
– que terminan de delinear un tiempo circular; una suerte de eterno
retorno que favorece una cuestión esencial del argumento: la identificación
de Willard (Martin Sheen) con el Coronel Kurtz (Marlon Brando). Inmediatamente
después de esta especie de obertura (que puede entenderse también como
una coda anticipada), a Willard se le encargará localizar y matar al
Coronel Kurtz, cuyo último paradero conocido lo ubicaba remontando un
elíptico río hacia territorios casi desconocidos y gobernados por aborígenes.
Allí, un demente Kurtz se ha convertido en una suerte de ídolo de los
habitantes de la zona y en una especie de guía espiritual de unos desquiciados
seguidores que lo ven como una verdad revelada. A lo largo del sinuoso
camino que tiene atravesar hasta alcanzar a Kurtz, Willard irá comprendiendo
las razones por las cuales este notable coronel ha caído en la locura,
generando una progresiva identificación que lo lleva, si no a avalar
su accionar, al menos a comprenderlo y a darse cuenta de que él también
está fuera de los planes del ejército. Esta especie de búsqueda, restitución de la figura paterna,
asesinato y sustitución por parte del hijo, tiene evidentes resonancias
míticas que van desde las ideas de Frazer en La
rama dorada hasta las teorías de Freud sobre el totemismo y la necesidad
simbólica de la matanza del padre. Por lo tanto, todas estas referencias
a distintas formas de circularidad o estructura cíclica encuentran en
la obertura / coda de Apocalypse
Now diversas indicaciones visuales y sonoras, destinadas a crear
la sensación de un tiempo mítico. Un tiempo en el que todo ha sucedido
y todo está por suceder; un tiempo en el que es posible el Apocalipsis
ahora. La guerra del círculo contra la línea La voice-over o voz en off de Willard, a la vez, acompaña al
espectador en tiempo presente y sabe todo lo que, de alguna forma, ya
ha sucedido, a pesar de que el espectador pueda creer que está siguiendo
el relato en sentido lineal. Esa linealidad está negada por innumerables
remisiones a lo circular, desde lo dicho respecto al título, a la ausencia
de créditos y a la inclusión de The
End como primeras palabras, hasta los movimientos de cámara y los
elementos que literalmente circulan en la pantalla, los helicópteros.
La primera imagen del film es una densa selva de palmeras claramente exótica para el espectador occidental. En medio de una imagen mínimamente “rallentada”, irrumpe fragmentariamente un elemento que sobrevuela de manera circular el cielo de este singular paisaje. Éste es anticipado sonoramente, pero también de forma imprecisa. Esta deliberada obliteración de lo que será reconocido como el primero de muchos helicópteros es debida a la necesidad de que el espectador, justamente, repare con precisión en ellos, que fije su atención en sus características visuales, en sus movimientos y en sus sonidos. El sonido de esos helicópteros simula ser el sonido original “rallentado” proporcionalmente a la velocidad del movimiento de la imagen. La exclusión de los otros sonidos deja al espectador frente a un imaginario visual de todo irreal en el que domina plásticamente la circularidad de los movimientos. Los helicópteros dan vueltas en círculos –más específicamente, de manera elíptica, o como una suerte de sinusoides-, la cámara realiza paneos circulares, las hélices de los helicópteros lógicamente giran de forma circular y los ventiladores de techo que se sobreimprimen a esto, también. Incluso es circular el giro total que realiza la cámara con la imagen invertida de Martin Sheen: al comienzo se halla boca abajo y luego se observa que, con centro en su rostro, la imagen de un ventilador – que será el de su habitación – inicia un giro que devuelve el rostro del actor a una posición normal.
Esta vuelta de tuerca simbólica responde, por una parte, al
refuerzo de la idea de inversión temporal antes señalada y, por otra,
a las dos caras de una moneda: Willard quiere y no quiere ser parte
de la guerra; quiere y no quiere retornar a su hogar (le ha planteado
que “sí” al divorcio de su esposa). Pero, sobre todo, esta vuelta remite
al porvenir que ya está allí y a la guerra que entra en su cabeza y
su habitación, y en su vida privada que se proyecta en la selva y en
el omnipresente territorio enemigo. Visualmente, la secuencia está constituida por dos partes,
a la vez subdivisibles en dos. La primera, la de la alienación del personaje
protagonista en la soledad de su habitación del casino de oficiales
o campamento en Saigón, que siente, a través del ventilador de techo,
el retorno de los helicópteros del teatro de operaciones. La segunda,
la instancia ritual del personaje, en crisis con su identidad, que siente
la presencia invisible de la selva a su alrededor, simbolizando la terrible
omnipotencia de un enemigo que ya no es exterior, sino interior. Cómo contribuye el diseño de sonido en estas dos estructuras?
En la primera, el sonido artificial o procesado del helicóptero alimenta
la inmersión del espectador en la subjetividad de Willard, en la negación
de una mirada real y objetiva del paisaje selvático en el que se oculta
el enemigo. A su vez, ese helicóptero enmascara la inserción de la música
de The Doors, que pasa a dominar la casi totalidad de la banda de sonido.
Luego de escucharse la introducción de guitarras –que, en tono psicodélico,
recuerdan al sitar de la India– aparece, entonces, la primera frase
hablada, a través de la voz de Morrison, “This is the end...”, elemento
que a su vez enmascara una explosión monumental que inesperadamente
no se oye, y al comienzo del movimiento de la cámara hacia la derecha.
Respetando la sintaxis de la música, al terminar la oración musical
que corresponde con la primera estrofa de la canción, el paneo se detiene.
This is the end Beautiful friend This is the endMy only friend, the end Of our elaborate plans, the endOf everything that stands, the end No safety or surprise, the end I'll never look into your eyes...again [Aquí es donde la cámara hace una pausa en el movimiento, mientras se escucha una transición entre estrofa y estrofa; cuando comienza la siguiente, la cámara complementa el paneo dirigiéndose hacia la izquierda y retomando la posición inicial. Es interesante señalar que, al comienzo de cada estrofa, un helicóptero se cruza por la pantalla siguiendo el patrón circular y recordándonos todo el tiempo cuán importantes son en lo que hace a la constitución simbólica del film. De modo tal de que sobre el pulso inicial del compás en que ataca “Can you picture...” y en “Lost...”, se observará el cuidado cruce del helicóptero] Can you picture what will be So limitless and free Desperately in need...of some...stranger's hand In a...desperate land Esta transición de la música está dominada por un redoble de
tambores, que sirve para enmascarar la aparición de un segundo sonido
de helicópteros –que reemplaza al anterior – y que tampoco es un sonido
“real”: este sonido, aparentemente realizado por medios electrónicos
con un sintetizador a partir del uso de una frecuencia fija, filtrada
por un oscilador de baja frecuencia (LFO), que interrumpe regularmente
la continuidad del sonido y consigue el efecto ambiguo de helicóptero,
pero también de un posible ventilador. En el momento exacto cuando el
redoble termina y estalla con los platillazos, el sonido electrónico
parece continuar el redoble ya que las interrupciones de la frecuencia
responden a la misma velocidad de los golpes de la batería. No casualmente,
en el momento del reemplazo y de los golpes de los platillos, se cruzan
por vez primera dos helicópteros tapándose el uno al otro en el momento
exacto de la acentuación. Este punto es, asimismo, el de la aparición del ventilador
de techo sobre el rostro de Martin Sheen y el comienzo de la inversión
de su cabeza hasta recuperar la posición derecha. La sobreimpresión
de la imagen del ventilador sobre la frente y los ojos del actor sugiere
que los helicópteros surgen de su cabeza, y que el ventilador ha disparado
la asociación metonímica. De esta forma, se comprende que la lógica
visual de esta secuencia ha sido gobernada por dos metonimias: una,
las hélices de los helicópteros; la otra, las aspas del ventilador.
El par ordenado que queda establecido responde a la asociación helicópteros
/ guerra, ventilador / hogar, pero luego de la inversión de planos y
de la invasión de los sonidos de la guerra y de la selva en la habitación,
se comprenderá que se trata de una distinción imposible, que es la base
del tormento del protagonista. Nuevamente, cuando la voz entra, un helicóptero se volverá
a cruzar repitiendo la lógica que se ha sostenido de forma rigurosa
a lo largo del metraje. En este tramo, se garantiza sonoramente el funcionamiento
de las metonimias. Cuando el sonido simula ser de helicópteros, el cut-off
(o cualquier filtro de frecuencias) de la fuente electrónica es constantemente
subido y bajado produciendo un recorte o una restitución de frecuencias
altas que es escuchado como una variación del sonido propia de una máquina
y de un sonido complejo, cuya fuente se está moviendo. Cuando el sonido
quiere simular ser el del ventilador, baja de intensidad, se estabiliza
con las frecuencias altas recortadas y se mantiene homogéneo. En el
final de esta parte, ocurre el segundo reemplazo, con el tercer sonido
de helicóptero. Y es realizado de manera evidente, no enmascarada, para
que el espectador crea que el sonido provenía del ventilador: fade-in
de un sonido exterior, de un helicóptero verdadero (que no hace falta
mostrar dado que constituye un indicio inequívoco de ser un helicóptero
real, y por cuyo “realismo” no es presentado antes para evitar la percepción
de la inverosimilitud de los otros dos), a la vez que fade-out del supuesto
sonido del ventilador. De esta manera, la realidad objetiva queda garantizada
por el helicóptero que, desde el exterior, plantea la existencia de
un plano real en oposición al imaginario, procedente de la mente del
protagonista.
En el momento en el cual se escucha la última resonancia de “summer rains”, el movimiento se termina, la cámara se recompone y se dispone a mostrar una imagen objetiva de la habitación y se dirige hacia la ventana, de donde proviene el sonido de un helicóptero que aparentemente sobrevuela la ciudad de Saigón. Hasta aquí, hubo una sucesión de tres sonidos de helicóptero. El primero, el aparentemente “rallentado” que contribuye con la constitución de la mirada interior del personaje. El segundo, el que ambiguamente funciona como el sonido de los helicópteros pero también del ventilador de techo. Por último, el tercero, el único sonido acusmático y real, el del verdadero helicóptero que nunca se ve. La selva como presencia sonora "Saigon, shit. I'm still
only in Saigon. Every time I think I'm going to wake up back in the
jungle. When I was home after my first tour, it was worse. I'd wake
up and there'd be nothing... I hardly said a word to my wife until I
said yes to a divorce. When I was here I wanted to be there. When I
was there, all I could think of was getting back into the jungle. I've
been here a week now. Waiting for a mission, getting softer. Every minute
I stay in this room I get weaker. And every minute Charlie squats in
the bush he gets stronger. Each time I look around the walls move in
a little tighter. “ “Everyone gets everything he wants. I wanted a mission, and for my sins they gave me one. Brought it up to me like room service. " El diseño de sonido adelanta en la segunda parte de la secuencia, la inquietante presencia de la selva, entendida aquí como un sinónimo del infierno, como un espacio de indefinición y barbarie. En definitiva, como un lugar donde se pierde la identidad del hombre como ser humano y se retorna primordialmente al estado salvaje. El sonido ambiente que acompaña al inicio del monólogo interior de Willard está formado, principalmente, por los sonidos que vienen de la plaza que está enfrente del edificio donde él se encuentra. Desde allí, llegan unos sonidos agudos, de espectro rugoso e intermitentes, que pronto se entenderán como silbatos de entrenamiento, pero que parecen ser grillos. O dicho de otro modo: esos sonidos, presentados a intervalos regulares, serían exactamente iguales a los sonidos que producen los grillos. ¿Por qué razón se utiliza este tipo de ambiente, suponiendo un desfile o entrenamiento militar, en lugar de un típico ambiente de ciudad? No sólo por la presencia militar que se quiere hacer sentir (el helicóptero que sobrevolaba la zona ya era elocuente), sino porque estos sonidos permiten un nuevo tipo de enmascaramiento. En lugar de enmascararse por superposición, los sonidos se ocultan tímbricamente. Cuando los sonidos de la selva entran en la habitación – en realidad entran porque la mente de Willard los deja entrar –se confunden primero como una continuación de los sonidos del desfile. A su vez, Willard trata de matar un mosquito y también se produce un enmascaramiento por superposición, pero sólo a efecto de poder elevar la intensidad de los sonidos que ya estaban allí. La música militar que acompaña al desfile o entrenamiento, además sirve para dar pie al retorno de la música de The Doors, que no en vano vuelve desde la parte que está sostenida por un órgano, cuyos sonidos y registro se confunden también con los vientos lejanos de la banda militar. El sentido general de la puesta sonora responde a una frase de Willard que sirve de anclaje para lo ya explicitado a través del sonido: “When I was here I wanted to be there. When I was there, all I could think of was getting back into the jungle.”
La persistencia de una idea Tanta insistencia con este principio de circularidad o de derrotero elíptico, responde también a proyecciones que se darán en el plano más amplio de las referencias literarias y en la imagen del río que remontará el protagonista hasta llegar a Kurtz. La presencia clara de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness), se hace sentir no sólo en la conservación del nombre de Kurtz, sino en esta idea de proyección simbólica. En el prólogo de la edición castellana de la novela, Borges decía que el río siniestro que se tiene que remontar es una clara proyección espacial de la sombra de la figura de Kurtz, el corazón de las tinieblas, en tanto centro y destino final desde el cual se dispara el horror. Conrad, a su vez, está pensando en otro célebre río mítico que también conduce a las tinieblas: el río Estigio, de La Divina Comedia, de Dante Alighieri. La obra de Dante, célebre por su mapa del Cielo, el Infierno y el Purgatorio, presenta una especie de cartografía simbólica que sirvió a Conrad de inspiración para su río conductor a las tinieblas. Coppola, consciente de esto, incluye ciertas escenas en el film que parecen tomadas directamente de las descripciones de Dante. Ahora bien, ¿cómo es descripto el río de Conrad y cómo es concebido el mapa de Dante? El primero, como una sucesión de interminables meandros, semicirculares o sinusoidales; el segundo, como una superposición de círculos concéntricos. ¿Casualidad? Por supuesto que no. El diseño de producción y los demás diseños del film son solidarios en la persistencia de esta idea de circularidad que surge de las fuentes literarias mismas, y que se buscan representar no a través de palabras, sino a partir de la articulación de imágenes y sonidos. Incluso por momentos, ciertas referencias literarias son una finalidad en sí mismas, dada la jerarquía de los textos o su lugar en la cultura. El Canto primero del Infierno de La Divina Comedia es elocuente: “A la mitad del viaje de nuestra vida me encontré en
una selva oscura, por haberme apartado del camino recto. ¡Ah! ¡Cuán
penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva,
cuyo recuerdo renueva mi temor; temor tan triste, que la muerte no lo
es tanto! Pero antes de hablar del bien que allí encontré, revelaré
las cosas que he visto. No sabré decir fijamente cómo entré allí; tan
adormecido estaba cuando abandoné el verdadero camino.” Este texto de la Comedia parece una descripción general de obertura de Apocalypse Now. Y las inequívocas menciones de la densidad y espesura de la selva, y al estado adormilado del narrador remiten sin duda al carácter onírico de las imágenes, que parecen surgir de un Willard que toma consciencia de su viaje. Más tarde, el texto vuelve a ratificar algunas ideas adelantadas de manera audiovisual, pero la inclusión de la frase “I wanted a mission, and for my sins, they gave me one” (Quería una misión, y por mis pecados, me la encomendaron) revela, a la vez, el tono elegíaco y suplicante del poeta. La expurgación de los pecados a través de la misión está en la base del sentido del viaje iniciado en la Comedia, y es claro que Coppola quiso darle al film un tono atemporal que estuviera más allá de la herida que Vietnam significaba para la vida norteamericana. Coppola utilizó a la locura y la insensatez de Vietnam como pretexto para desarrollar casi invisiblemente su versión contemporánea de una cadena de textos que, a su vez, se influyeron mutuamente. El Apocalipsis de San Juan, La Divina Comedia, La Rama Dorada (Fraser), El Corazón de las Tinieblas, La Tierra Baldía y Los Hombres Huecos (T. S. Eliot) y The End se encuentran fuertemente interrelacionados en una suerte de mirada compartida sobre el pecado, el asesinato y la búsqueda de redención. El texto completo del último parlamento de Willard, antes de la misión, trae consigo también la idea católica de la confesión: “Everyone gets everything he wants. I wanted a mission, and for my sins,
they gave me one. They brought it up to me like room service...It was
a real choice mission -and when it was over, I never want another...I
was going to the worst place in the world, and I didn't even know it
yet. Weeks away and hundreds of miles up a river that snaked through
the war like a main circuit cable plugged straight into Kurtz. It was
no accident that I got to be the caretaker of Colonel Walter E. Kurtz's
memory, any more than being back in Saigon was an accident. There is
no way to tell his story without telling my own. And if his story is
really a confession, then so is mine.” El sonido del fin del mundo ¿Cómo es el sonido del fin del mundo? ¿Cómo se realiza la sonorización del fin de los tiempos? Esta pregunta imposible de contestar, pero pertinente para el film y para sus fuentes literarias, no sólo adquiere relevancia para la comprensión de la obra, sino para entender los límites últimos del trabajo del diseñador de sonido, cuyas decisiones encuentran más soporte en lo que le brinda la certeza de la producción de sentido, que en el soporte técnico que le servirá de medio de transmisión. La voz de Kurtz va siendo analizada por Willard a lo largo del terrible viaje iniciático. A través de textos (su voz figurada), grabaciones y, finalmente, su voz directa, Kurtz es ante todo una presencia sonora, vocal. Las pequeñas y borrosas fotos no alcanzan a delinear al personaje, cuya potencialidad reside justamente en la ausencia de cuerpo y en la constitución de su presencia en una voz. Este tipo de personajes que se reducen a una voz son denominados por Michel Chion, acúsmetros. La espantosa traducción española del término hace pensar que el acúsmetro es una suerte de instrumento de medición acústica. Nada más lejano. El término original francés, acusmêtre, es el resultado de la suma de “acus”, raíz de acusmática (escuchar sin ver la fuente, término de origen griego que fue retomado en el siglo XX por Pierre Schaeffer), y el verbo être, ser. Un acusmêtre es, entonces, un ser-acusmático, es decir, un personaje que se reduce a una voz y cuyo cuerpo no es visto. La madre de Norman Bates en Psicosis, de Alfred Hitchcock, la computadora Hal 9000 en 2001, odisea del espacio, de Stanley Kubrick, son otros acúsmetros famosos. No es necesario que el acúsmetro permanezca en esa condición toda la obra, pero el pasaje a la desacusmatización tiene consecuencias muy importantes. El hecho de darle cuerpo a una voz, no es otra cosa que darle corporeidad humana o, directamente, dimensión humana a un ente mucho más inasible. La sola voz, que remite indudablemente a la Voz y a la manifestación casi universal de la palabra de Dios a través de una palabra o Verbo divino (En el principio era el Verbo), resuena en la invisibilidad de estos personajes. Kurtz, mientras permanece oculto o semi-oculto (que se revele entre sombras, no le hace perder su misterio y poder como acúsmetro), parece ser poseedor de una dimensión ultraterrena que le brinda omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia. Sin llegar a la homologación que Kubrick hace entre la computadora y Dios en 2001, Coppola le da a Kurtz un plus de potencialidades por el solo hecho de ocultarlo, hacerlo hablar y hablar de él. El propio Walter Murch le confesó a Chion que, al leer La Voix au Cinéma (La voz en el cine, traducido al inglés como Voice in Cinema, texto en el cual aparece esta figura, aunque está retomada en La Audiovisión), que de haberlo conocido antes, las secuencias finales de Apocalypse Now hubieran resultado más satisfactorias para él y para Coppola, que aparentemente quedaron un tanto disconformes. Porque Murch entendió que la presencia de cuerpo entero de Kurtz atenta contra la construcción de su imagen totémica, mítica, de una inmensidad que ni siquiera un corpulento Marlon Brando era capaz de llenar. Hasta los momentos en los que Kurtz se muestra, fragmentariamente, como una cabeza rapada que se oculta tras su mano y la penumbra, el acúsmetro sigue funcionando, aunque en su límite. Pero más tarde, el cuerpo de Kurtz es visto de manera completa y se lo ve desplazarse de aquí para allá sin ningún tipo de reparo. Esta corporeidad le devuelve la fuente a la voz, pero le quita su potencia y su carga mítica. Cuando Kurtz no es más que un ser humano, su voz se debilita, aunque su estela permanezca en virtud de la longitud del film y del tiempo que se ha ido preparando la aparición demorada del corazón de las tinieblas. Y ese corazón, se revela más por su voz, por su palabra, que por su cuerpo. La palabra de Kurtz es deliberadamente trabajada en el guión como una palabra reveladora de la verdad. Y entonces, más allá de reducirse a testimonios grabados de conversaciones triviales o relevantes sólo en términos militares, lo que se oye es su prédica y su legado al sucesor, Willard, que todavía no sabe que se ha embarcado para ser el hijo de aquél. Esa prédica brinda, a su vez, una de las claves interpretativas de la construcción general del relato más importante: entre los textos que más se repiten a través de su boca, se encuentran los poemas de T. S. Eliot, quien recibe una fuerte influencia cristiana –reflejada cabalmente en toda su obra– y, en particular, de... El Corazón de las Tinieblas, de Joseph Conrad. El poeta mismo manifestó su deuda con el novelista y con esa particular encarnación de lo que puede entenderse como un viaje en busca de la verdad y la redención. Y si hay algún poema de Eliot en el que se vislumbra la huella de la monumental obra de Conrad, ése es Hollow Men (1925), Los Hombres Huecos: I We are the hollow men Shape without form, shade without colour, Those who have crossed II Eyes I dare not meet in dreams Let me be no nearer Not that final meeting III This is the dead land Is it like this IV The eyes are not here In this last of meeting places Sightless, unless V Here
we go round the prickly pear Between the idea For Thine is the Kingdom Between the conception Life is very long Between
the desire For Thine is This is the way the world ends Este
poema es leído (en forma íntegra) por Kurtz cuando Williard se encuentra
prisionero en el campamento. Willard, semiconsciente, se encuentra atado
a su merced. Kurtz se halla unos metros alejado, y junto a Willard está
el fotógrafo alucinado que encarna Dennis Hopper. Luego de la lectura
de la primera estrofa, la charla del fotógrafo se empieza a superponer
a la resonante voz de Kurtz. A partir de un momento, se superpone para
sumarse a Kurtz y decir en voz alta una variación de los versos finales.
De todos los versos del elocuente y hermoso poema de Eliot, lo que lógicamente
llama la atención es la repetición en tres oportunidades del verso “Así
acaba el mundo”. Como una suerte de teología explicada por un sacerdote
desquiciado , la voz del fotógrafo (¿un Pablo psicodélico que divulga
el Evangelio según Kurtz?) parece traducir a la comprensión de Willard
la verdadera dimensión del texto kurtziano. Y, entonces, su parlamento
incluye un esperable vocabulario descuidado. This
is the way the fucking world ends! Look at this fucking shit we're in,
man! Not with a bang, with a whimper. And with a whimper, I'm fucking
splitting, jack! (La difícil traducción
del lenguaje coloquial del fotógrafo podría ser la siguiente: “¡Así acaba el maldito mundo! ¡Mirá esta mierda
en la que estamos, man! No con un estallido, con un gemido. ¡Y gimiendo,
me hago pedazos, Jack!”). El texto que, sí, está leyendo Kurtz
termina de la siguiente forma: Así acaba el mundo
Así acaba el mundo Así acaba el mundo No con un estallido sino con un gemido. ¿Y no es ésta la forma en la que el
diseño de sonido plantea la apertura y el cierre del círculo de Apocalypse Now? ¿No encuentra, en estos
versos capitales, el diseñador de sonido la fuente necesaria para saber
cómo debe empezar y terminar lo que se plantea como el testimonio del
fin de los tiempos? Al comienzo señalábamos que la primera frase escuchada
en el film es “This is The End”, cantada por Morrison
y The Doors. Si se repasa el poema que refleja tan claramente el pensamiento
de Kurtz, nos encontramos ante lo que parece una pequeña variación:
This is the way the world ends. Y en el mismo momento que se esgrime esa
frase, se produce una gran explosión. La selva que domina el encuadre
se convierte en un infierno. Sin embargo, esa explosión no tiene sonido
alguno. Su estallido es inaudible = No
con un estallido, tal como lo indica el poema. Y de la misma manera,
el poema explica el último sonido del film. Luego del coherente retorno
de la canción de The Doors, The
End, que unifica y favorece la asociación, se produce un flashback
sonoro: Kurtz, ya muerto, ya reemplazado por Willard, que a su vez renuncia
a ocupar el lugar vacante, reaparece a través de su voz susurrante que
pronuncia: The horror... The horror... Un suspiro, un gemido que le da al fin
del mundo su expresión íntima y aterradora que corresponde, claro, a
la perdida grandeza de los hombres huecos. Por eso, Walter Murch nos
recuerda Not
with a bang but with a whimper.
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